FACTORES DE RIESGO PSICOSOCIALES EN EL CONSUMO DE TABACO DE LOS ADOLESCENTES
La adolescencia es un periodo clave en el riesgo de desarrollar hábitos de consumo de tabaco a lo largo de la vida (Gilman et al., 2009). El consumo de tabaco generalmente se inicia y se establece en etapas tempranas de la adolescencia (Jackson y Dickinson, 2004; Nebot et al., 2004). Por este motivo, una de las principales estrategias para reducir la prevalencia del consumo de tabaco en la población ha sido evitar que los más jóvenes puedan convertirse en fumadores (Elders, Perry, Eriksen y Giovino, 1994). Las conductas y los hábitos de los adolescentes van perfilándose bajo la constante influencia del entorno en el que desarrollan sus vidas. Tanto la influencia de los padres como la del grupo de iguales son elementos centrales de ese entorno que tienen un gran peso en la relación del adolescente con el consumo de tabaco y otras substancias adictivas.
Hay una multiplicidad de elementos que contribuyen a configurar el riesgo de consumo de tabaco en la adolescencia. Sólo mediante el análisis de estos factores de manera conjunta se puede dilucidar el peso que supone cada uno como factor de riesgo.
Los estados de ánimo negativos (sentirse triste, nervioso o solo) son factores de riesgo en el consumo semanal de tabaco. En cuanto a las diferencias entre los estados de ánimo negativos, los adolescentes que a menudo se sienten nerviosos destacan por presentar mayor riesgo de consumo de tabaco semanal.
La asociación observada entre estilos parentales y riesgo de consumo de tabaco contribuye a esclarecer los mecanismos implicados en procesos que conducen al consumo de tabaco en la adolescencia. En consonancia con otros estudios, el estilo parental autoritativo supone un factor protector frente a distintos riesgos sobre la salud en la adolescencia, incluido el consumo de tabaco. La conjunción de un nivel de comunicación paterno-filial elevado y un control activo por parte de los padres tiene efectos más positivos que cuando sólo está presente uno de estos dos elementos. Cuando los progenitores ejercen un elevado nivel de control sobre la vida de sus hijos/as sin acompañarlo de niveles apropiados de comunicación (autoritarios), o con comunicación pero sin supervisión (permisivos), o sin atender suficientemente ambas dimensiones (negligentes), los adolescentes tienden a incurrir en mayores riesgos.
El consumo de tabaco de los amigos/as es una variable que presenta una fuerte asociación con el consumo de tabaco de los/as adolescentes. Que la mayoría de los amigos fumen supone un factor de riesgo elevado, muy por encima de los otros factores analizados. Los jóvenes pueden empezar a fumar con el objeto de ser admitidos en el grupo, por la dificultad que les supone rechazar los cigarrillos que les ofrecen, o por voluntad de sentirse identificados dentro de un colectivo (Caballero-Hidalgo et al., 2005; Caspi, 1993). De esta forma, el grupo de iguales puede influir al mostrar aprobación de la conducta de fumar, actuar como modelo de comportamiento y/o ejercer presión sobre el adolescente para que adopte las prácticas comunes dentro del grupo (Simons-Morton, Haynie, Crump, Eitel y Saylor, 2001).
El tabaco es una adicción que en edades tempranas está asociado al género. Las mujeres tienen una prevalencia mayor de consumir tabaco en todas las edades. Diferentes estudios también advierten que entre las mujeres el consumo se asocia de forma más robusta con la presencia de algunos estados anímicos que en los hombres (Ayesta et al., 2001). Estudios recientes han mostrado la existencia de cierta disparidad en los resultados según el sexo de los adolescentes, atribuyendo una mayor incidencia de consumo de tabaco en las mujeres (Martínez-Hernáez et al., 2012).
En conclusión, los resultados de los estudios indican que el principal factor de riesgo para los adolescentes en el consumo de tabaco deriva de la influencia del grupo de iguales. Tener una mayoría de amistades consumidoras de tabaco supone un contexto de incitación y aceptación a este consumo. Los adolescentes con sentimientos crónicos de tristeza, nerviosismo o soledad están más condicionados a este consumo. Los estilos parentales pueden incrementar el riesgo al consumo tabáquico de los adolescentes, cuando éstos están basados en un nivel reducido de comunicación y/o de control. Es, por tanto, importante hacer hincapié en las estrategias educativas de los padres a través la sensibilización y el fomento de prácticas parentales que pueden evitar una consolidación de las prácticas de consumo de tabaco. Es necesario prestar atención a dinámicas intergeneracionales, explorar los mecanismos implicados y posibles intervenciones que inciden sobre estos aspectos. Dicho esto, las futuras intervenciones de prevención y deshabituación tabáquica dirigidas a adolescentes deberían tener en cuenta el carácter poliédrico de los determinantes de este consumo. Es importante que presten atención tanto a aspectos individuales (como los afectos negativos) como contextuales (como la influencia del grupo de iguales y la supervisión parental).
Lorena Soler Fernández
Psicóloga sanitaria experta en adicciones.
Nº Col AO-08356