Intervención Neuropsicológica en pacientes con diagnóstico de Alzheimer con deterioro leve y moderado
Definición de Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer (en adelante EA) se caracteriza por ser una enfermedad crónica y neurodegenerativa del sistema nervioso central que, además, cursa con ser la mayor causa de demencia en el mundo industrializado con una incidencia de un 50% a un 70% de diagnósticos. Comienza con un deterioro de la memoria a corto plazo y la atención, afectando progresivamente a otras áreas como el lenguaje, el pensamiento abstracto y el reconocimiento de lugares y personas. Hacia el final de la enfermedad el paciente entra en un estado de mutismo con el progresivo deterioro de sus capacidades motrices, pudiendo llegar a una desconexión total con el mundo que le rodea (Alberca & López-Pousa, 2010).
En la inmensa mayoría de los casos, los síntomas aparecen antes de los 65 años. Se trata de una enfermedad de etiología compleja en la que confluye una gran variedad de mecanismos genéticos, vasculares, tóxicos, traumáticos, inflamatorios, metabólicos, infecciosos y degenerativos. (Martínez-Lage, 1997).
Síntomas no cognitivos: Cambios sociales y cambios emocionales: Entre los síntomas psicológicos más frecuentes de la enfermedad de Alzheimer destacan la irritabilidad y la depresión. Respecto a éste último comentar que existe una controversia importante en torno a si la depresión desemboca en demencia o, por el contrario, es la propia demencia la que produce depresión. Algunos estudios muestran que los pacientes con demencia cognitiva leve que se muestran depresivos, tendrán más probabilidad de evolucionar hacia una demencia más profunda (Copeland, Daly, Hines, Mastromauro, Zaitchik, y Gunther, 2003). Por el contrario, otros investigadores sugieren que lo que se asocia a la progresión a demencia es la duración del trastorno depresivo (Houde, Bergman, Whitehead y Chertkow, 2008). Por otro lado, la apatía, la ansiedad o la agitación acompañado de un diagnóstico de demencia cognitiva leve, pueden ser factores de riesgo en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer (Panza, Frisardi, Santamato, Capurso, D’Introno y Colacicco, 2008). Cambios cognitivos Además de los aspectos no cognitivos, no cabe duda de que el proceso degenerativo de la enfermedad de Alzheimer afecta a diferentes áreas cognitivas, siendo la más “llamativa socialmente” la pérdida progresiva de la memoria. Las quejas al respecto de este deterioro pueden proceder del propio paciente o de los familiares. Esta desorientación viene avistada por olvido de nombres de familiares cercanos, dificultad para encontrar palabras, pérdida de objetos personales, desorientación en entornos familiares y pérdida de continuidad en medio de una conversación o durante actividades de la vida cotidiana (Sánchez-Rodríguez & Torrellas-Morales, 2011).
Procesos Neurodegenerativos en Alzheimer. Por otro lado, diversas investigaciones recientes han revelado que los déficits atencionales también son cruciales para la investigación en enfermedades degenerativas como la de Alzheimer, ya que se presenta como un indicador más de este tipo de demencias. Desde una aproximación neurocognitiva, la atención visual se concibe como un conjunto de redes que realizan operaciones muy específicas y que están localizadas en diferentes áreas del cerebro. Así, la red atencional anterior se encuentra situada en zonas del lóbulo frontal y está implicada en el funcionamiento ejecutivo, mientras que la red atencional posterior se ha localizado en áreas posteriores (parietales) del cortex y del cerebro medio, y se relaciona con el movimiento de la atención entre las diferentes localizaciones en la búsqueda de información relevante. Los pacientes con enfermedad de Alzheimer fracasan en tareas cognitivas en las que están implicados los procesos de atención ejecutiva, mientras que las operaciones implicadas en la orientación visual de la atención parecen estar más preservadas, al menos cuando se trata de tareas de detección (Álvarez, Fuentes y Estévez, 2001).
Intervención Neuropsicológica en demencias
Ventanas de aplicar programas de intervención: Dados los cambios de diversa naturaleza (físicos, emocionales, cognitivos) que tienen lugar en las personas como consecuencia del desarrollo de estos dos procesos neurodegenerativos y, teniendo en cuenta, que causan un deterioro progresivo y que, a pesar de los avances médicos, actualmente no tienen curación, cabe preguntarse si merece la pena intervenir neuropsicológicamente en este tipo de pacientes. En este sentido, no sería de extrañar el establecimiento de cierta desmotivación y frustración en los profesionales que tienen un contacto más continúo con ellos (cuidadores, asistentes sociales, psicólogos, neuropsicólogos o médicos), ante el avance inexorable de la enfermedad. Ahora bien, en la medida en que el cerebro tiene una importante neuroplasticidad y capacidad adaptativa incluso cuando está deteriorado, sería razonable pensar que las técnicas de intervención psicoterapéutica y de estimulación cognitiva puedan resultar beneficiosas para ralentizar e incluso, en ocasiones, para mejorar ciertos aspectos cognitivos alterados a causa de la enfermedad de Alzheimer (Bergado-Rosado & Almaguer-Melian, 2000). Este hecho ha contribuido a la expansión de terapias no farmacológicas frente a dicha enfermedad. Una de las ventajas de este tipo de terapias es que no generan efectos secundarios ni interacciones farmacológicas, lo cual inicialmente es de gran importancia por la polimedicación y enfermedades añadidas que suelen presentar las personas con EA. En segundo lugar, se trata de intervenciones más humanas al facilitar el contacto personal con el terapeuta y otras personas, independientemente de la duración de la terapia, e incluso aunque ésta se lleve a cabo mediante un ordenador. En definitiva, intervienen positivamente sobre el estado de ánimo y secundariamente sobre la conducta (Franco & Bueno, 2000). Como se ha comentado previamente, la EA y otras demencias conllevan un deterioro a diferentes niveles sociales, emocionales y cognitivos. La aplicación de programas de intervención puede ayudar no sólo a frenar el impacto de la enfermedad sino también a restablecer funciones que se consideraban ya extintas en el individuo debido a las alteraciones estructurales neuronales consecuencia de la degeneración. También se pondrán en marcha el empleo de otras funciones cognitivas que mantienen la funcionalidad previa con el fiel objetivo de desarrollar mecanismos compensatorios a la función cognitiva pérdida. Una de las principales repercusiones positivas como resultado de la inclusión de estos pacientes en programas de intervención adecuados a sus características es, sin duda, el mantenimiento (o mejora) de su calidad de vida todo el tiempo que sea posible.